Frases que inspiran

"Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez"

Principio de Hanlon


lunes, 9 de mayo de 2011

De Keynes y Hayek a Krugman y Ben Laden

En principio, sólo quería compartir este par de vídeos, que “a ritmo de rap”, ejemplifican de forma amena y didáctica uno de los debates sobre política económica más decisivos de su época. El gran defensor del intervencionismo público, Lord Keynes, contra el adalid del mercado libre, Friedrich Hayek .


1º Asalto

2º Asalto

El debate continúa hoy en día, lo que ya de por sí es indicativo de que, aunque “oficiosamente” las autoridades políticas y la mayoría de los académicos respaldan las posiciones del británico, éstas están lejos de alzarse con la victoria en esta “batalla de ideas”. Y eso a pesar de que los postulados “keynesianos” se adaptan a la perfección a las necesidades del poder establecido otorgando a los primeros una coartada teórica  para el gasto público discrecional (con la decisiva influencia social que ello conlleva) y a los segundos les permite sermonear desde sus cátedras, otorgándose una primacía intelectual inmerecida a la luz de sus ya manidas argumentaciones y fracasadas “recetas económicas”

La preeminencia de los “dogmas keynesianos” salta a la vista

No es preciso ser muy intuitivo ni siquiera haberse tomado la molestia de leerme a menudo para deducir que no soy un admirador del economista británico. Más bien, me ha convencido el poder explicativo que ofrece la teoría de la “Escuela Austríaca de economía”.

Además, y recordando ciertos hechos vinculados con un personaje de candente actualidad al que muchos ya dábamos por muerto, cabría reseñar algunas declaraciones que dan cuenta del cariz moral de uno de los más furibundos propagandistas del “keynesianismo”. Me refiero al economista y columnista del NYT, Paul Krugman. Aunque se erija como la “Conciencia de un liberal”, no olvidemos que esa categoría política en Norteamérica es equivalente a una autodenominación vergonzante como "socialista". Añadir también que, como su referente intelectual, siente poco aprecio por la sociedad libre y por los acuerdos voluntarios.
Baste recordar como, tras pocos días de los brutales atentados del 11-S, ya estaba pronosticando los efectos potencialmente “positivos” para la economía que traería la reconstrucción de los colosos destruidos. Puede parecer un exceso inapropiado pero no es nada para alguien que, en una carta abierta al recién electo presidente Obama , se refirió a la Segunda Guerra Mundial como ese “enorme proyecto público” que “silenció al fin a los tacaños”.

Por desgracia mucha gente, académicos inclusive, siguen tragándose sin más la patraña de que enviar a jóvenes a morir en el frente, dedicarse a producir cosas para matar gente o destruir riqueza y someter a los civiles al racionamiento de productos básicos puede traer la prosperidad a las naciones.

Por otra parte, menos macabro pero igualmente desacertado se mostró Krugman al recomendar públicamente a Greenspan para que recondujera el flujo de crédito desde la Reserva Federal y lograr así sustituir a la declinante “burbuja de las Puntocom” por una más tradicional pero igualmente nociva “burbuja inmobiliaria”. Cabe señalar en su defensa, que al principal responsable individual de la crisis que padecemos no le hacían falta los consejos del ducho economista Krugman para desencadenar el desastre ya conocido por todos.

A la luz de estos comentarios y conocida la ferviente defensa del gasto público por parte de Krugman y otros insignes “keynesianos”, cabría inferir que la cadena de acontecimientos desencadenada por el ya “oficialmente” muerto, Osama Ben Laden, y los fatídicos atentados contra el World Trade Center ha resultado enormemente provechosa para la economía americana. Al fin y al cabo, que los EE.UU. hayan gastado en su “guerra contra el terrorismo” 1,3 BILLONES DE DÓLARES (billones de los nuestros) según un reciente informe del Congreso , debería haber ejercido un efecto “multiplicador” traduciéndose en un sólido crecimiento del PIB.

Les parece un razonamiento absurdo. Si es así les felicito, no son ustedes keynesianos.

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