Frases que inspiran

"Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez"

Principio de Hanlon


jueves, 31 de marzo de 2011

Libertad para ellos ¿o para nosotros?

En 1648, tras la brutal “Guerra de los 30 años”, las potencias contendientes lograron poner fin a las beligerancias con los acuerdos conocidos como la Paz de Westfalia. Este tratado, además de pretender resolver los contenciosos concretos que estaban en juego en el conflicto y reconocer la libertad religiosa en el seno del Sacro Imperio Germánico (I Reich), instituyó de la doctrina legal que debería inspirar las futuras relaciones internacionales y el mantenimiento de la paz. Los principios allí recogidos propugnaban la “NO intervención armada” en los asuntos internos de otro país. Cabría decir más ya que, como señala el argentino Juan Archibaldo Lanús, “fue en 1648 cuando la inviolabilidad territorial se erigió como un principio internacional que consagra la existencia de los Estados frente a la concepción feudal de que territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario. El nacimiento del Estado nación marcó, por esta razón, un punto culminante en la historia de las relaciones internacionales en Occidente” .

Acto solemne de firma de la Paz de Westfalia en Münster.
Nótese la seriedad con la que son retratados los dignatarios, testigos de una guerra atroz 
y conscientes de que han de sentar las bases para evitar una nueva contienda.

Lejos de resultar un anacronismo, dicho tratado ha pretendido ser una referencia para los diplomáticos que buscaban el mantenimiento de la paz entre las naciones, si bien, desde hace más de 300 años, no hace falta ser un experto historiador para seleccionar un par de flagrantes violaciones del espíritu de Westfalia. Sin embargo, desde tiempos más recientes, una progresiva subversión de este principio ha sido llevado a cabo los sectores que abogan por reforzar el papel de la ONU y transformarla en un agente realmente “operativo”, dejando atrás lo que es actualmente, una asamblea mundial de dictaduras, cleptocracias, estados miseros y fallidos, y un puñado de naciones que podríamos denominar “libres”.

Son las voces del llamado “progresismo”, yanqui y europeo, a las que se suma el ciertamente “progre” neoconservadurismo americano, las que pretenden erigir el “intervencionismo humanitario” como nuevo paradigma que rija las relaciones internacionales. Algunos lo dicen sin tapujos y rechazan la pervivencia de los Estados-nación y postulan la creación de una “fuerza disuasoria” en manos de los burócratas de la ONU. No dudo de que la idea agradará a más de uno pero, por lo que a mí respecta, confiar tan ilimitado “monopolio de la fuerza” a unos funcionarios no electos, que a pesar de su corrupción manifiesta gozan de una impunidad pasmosa, no me permitiría conciliar el sueño.

Las sonrientes autoridades del presente parecen ignorar la responsabilidad que supone mandar a sus conciudadanos a la guerra y se arrogan el derecho de guiar los destinos de otras naciones 
valiéndose de los ingentes recursos que sustraen a sus sufridos contribuyentes.

Y sin embargo, en esas estamos y Libia es el nuevo teatro de operaciones. Tras reunirse en Londres (donde ha recalado el último traidor a Gadafi ) parece que han decidido que el líder libio ha perdido toda legitimidad y debe abandonar el poder que ostentaba sobre la Gran Jamahiriya Árabe Libia Popular Socialista. Hasta las potencias de segunda fila como España se atreven a declarar que hay que "aumentar la presión militar" para lograr tal fin.

No obstante, entre los que deberán pagar la ”zona de exclusión aérea” y las operaciones encubiertas que sea menester realizar, las dudas comienzan a surgir y no son pocas. Enterarse del historial de servicios de algunos de los presuntos "buenos" y conocer que ya han muerto civiles por estar de lado equivocado, suscita lógicas preguntas sobre nuestro papel, el de las potencias occidentales, en esta guerra.
Algunos ya creen ver a la CIA en el origen de todo y lo cierto es que la historia de esa entelequia conocida como Al Qaida en cualquiera engendra suspicacias.

Mientras tanto, Qatar, esa monarquía absoluta que colabora en "llevar la democracia" a Libia, ya ha resuelto como financiar a los rebeldes y lucrarse al mismo tiempo.  En EE.UU. se analiza con cierta sorna las incoherencias de Obama y la problemática constitucional que su guerra entraña. En Francia, Sakozy sigue de campaña (no se sabe si electoral o militar) y lanza veladas amenazas a otros déspotas de Oriente Medio. Por nuestra parte, aquí nos lamentamos del penúltimo error de ZP. En definitiva, si nada lo remedia, la guerra civil que sufre Libia corre grave riesgo de enquistarse. Pero, a pesar de todo, ya tenemos un ganador claro, el “Complejo Militar-Industrial” .

viernes, 25 de marzo de 2011

Solidarios con Libia (con los rebeldes, contra Gadafi)

Como era de prever, lejos de mostrar una actitud racional y provechosa, amén de coherente con ciertos principios de defensa de las libertades ciudadanas, auténtica blasfemia en las tierras donde impera la palabra de Alá, en vez de limitarnos a NO intervenir en modo alguno, la casta política, altos funcionarios y demás grupos de presión occidentales han decidido solidarizarse con lo que ellos consideran el “pueblo libio”.


El más socorrido argumento que sale a colación siempre que se comete alguna acción moralmente cuestionable es intentar justificarla blandiendo ante cualquier crítica nuestras buenas y desinteresadas intenciones. El humanitarismo de nuestros gobernantes les impele a actuar en defensa de los débiles. Si atacan Libia, no es porque tengan oscuros y meditados planes, lo hacen para proteger a los indefensos libios, masacrados por un tirano, con el que, como es lógico, nuestros líderes han procurado guardar las distancias.

Que los déspotas que en el mundo habitan traten a sus súbditos como si fueran de su propiedad y no les tiemble el pulso a la hora de reprimirlos o incluso liquidarlos, entra dentro de lo normal. Ejemplos históricos y contemporáneos no nos faltan. Costa de Marfil, Yemen, Irán, Bahréin, Siria, Argelia, etc. ¿Qué tendrán los libios para ser distinguidos con una atención tan atronadora por parte de los países occidentales? Para muchos la respuesta es obvia, PETRÓLEO. Algunos ya han empezado a propagar rumores desvelando la pretensión de Gadafi de recuperar pleno control de las riquezas de su finca particular. La reacción occidental sería un lógico reflejo en defensa de nuestros intereses. ¿Será cierto eso? Al fin y al cabo, a quién iba a vender Gadafi su petróleo, ¿a Chad quizás? Cuando la maquinaria de extracción se averiase, ¿pediría el retorno de los técnicos europeos para que el “oro negro” volviese a fluir? Los países bendecidos con la ”maldición del petróleo” sufren una dramática dependencia hacia este sector y si el grifo se cierra, ellos sufren antes que nuestros coches.

El asunto, de momento, suscita más interrogantes que certezas. Tranquiliza saber que gente con mejor criterio que yo está igualmente perpleja. No es para menos, ya que la información disponible es escasa e interesadamente sesgada. Además, ver a nuestra diplomacia tomando la iniciativa es tan atípico que resulta desconcertante. Que naciones como Francia y Reino Unido, que figuran entre las más belicosas de la segunda mitad del siglo XX, se apresuren a tomar las armas es, como mínimo, coherente con su historial. Que una potencia de segundo o tercer orden como es España, se preste para una operación militar de la que desconocemos sus objetivos pero de la que ya tenemos constancia de la factura preliminar resulta indignante. Sin embargo, este afán multilateral de “pacificar” países inestables no es nuevo. La desmembración de Yugoslavia, la tercera guerra del Golfo, (la primera fue la que enfrentó a Irán contra Irak) o Afganistán son ejemplos recientes de incursiones militares con un importante coste en vidas humanas y recursos económicos que han transformado regímenes brutales aunque estables en polvorines de luchas étnicas o tribales.

Potencias como Francia se han mostrado particularmente activas en este conflicto. Fueron los primeros en apostar contra el “líder” libio (en alemán dirían “führer”). Se apresuraron en ofrecer apoyo e incluso les han reconocido como interlocutor legítimo. Llegados a este punto, es normal que todo se precipitara y cuando las tropas leales a Gadafi comenzaron a retomar el control tuvieran que responder personalmente al envite. Algunos ya se han colgado medallas publicitando su papel de mediador para precipitar la acción militar.

Por favor, no me tachen de desalmado, que no siente nada por los civiles vilmente masacrados por Gadafi. Sin duda hay víctimas (asesinadas por por ambos bandos) pero yo no tengo constancia de esas matanzas. Ni videos, ni fotos, sólo testimonios que bien pudieran ser propaganda de guerra. De todas maneras, no creo que sea nada malo coincidir en esto con Admadineyad, esta intervención militar traerá más problemas de los que pretende resolver.


Sin embargo, ya se evidencian los primeros titubeos, afectando nada más y nada menos que al principal ejercito en contienda. Y no han sido los concisos análisis ni los prudentes consejos los que están haciendo recular a la maquinaria bélica americana. Ni siquiera es debido al hecho palmario de que esta guerra también es inconstitucional. Ha sido la fría e implacable contabilidad fiscal la que ha llevado a los EE.UU. a rehuir de un nuevo frente y ceder protagonismo a un ”bonapartista” Sarkozy, dispuesto a apuntarse a un bombardeo (literalmente) con tal de recuperar el protagonismo perdido.

Esto no ha hecho más que empezar. Algunos analistas ya estiman que los “buenos” se conformarían con echar a Gadafi de la Cirenaica (donde está el petróleo) y dejar al sátrapa libio con la arena del desierto de la Tripolitania y sus ”ahorros”.

Lejos quedan los días (han pasado pocos meses pero ya efectivamente están lejos) cuando Gadafí, al igual que Mubarak o Ben Alí, era cliente, amigo y benefactor . Ahora es el pelele perfecto para desviar la atención de la opinión pública de los asuntos más acuciantes de la política doméstica.

Oración comunitaria en Bengasi ¿Son estos los que instaurarán una 
república democrática y laica?

Mientras los creadores de opinión occidentales se esfuerzan por convencernos de las bondades de la guerra, arrecia la contrapropaganda (por cierto, webislam es financiada por el gobierno de España). Izquierdistas de estricta observancia se suman, despotricando contra todo el orbe , catalogando a Zapatero de “criminal de guerra” o aclamando la mera posibilidad de que, siguiendo la doctrina militar de defensa de los oprimidos, se pudiera castigar a Israel . Por otra parte, ingenuos idealistas sueñan con el florecimiento de la democracia en el mundo islámico amparándose en encuestas de opinión y en las promesas de los sediciosos libios de instaurar una democracia laica.


Superado ya el “pacifismo fundamentalista” de ZP y sus adláteres y reducidos los gritos del “NO a la guerra” a su mínima expresión, debemos prepararnos para unos días de continuada y pormenorizada manipulación informativa. Al fin y al cabo, como sentenció el senador americano Hiram Johnson: “la primera víctima de la guerra es la verdad”. No obstante, lo verdaderamente trágico es que no sabemos ni cuándo llegará ni quién será la última de las víctimas que esta guerra dejará .

miércoles, 23 de marzo de 2011

Muestra de auténtica SOLIDARIDAD

En estos tiempos de descreimiento y escasa reflexión intelectual, existen pocos conceptos que hayan sido tan degenerados por la “cultura de masas” como el de solidaridad. Empleado por una mayoría de la dizque “intelectualidad” progresista como sustituto laico de la “caridad cristiana”, mutación de la fraternidad, tercer elemento de la tríada revolucionaria, o equivalente moral de una de las virtudes éticas, la generosidad; el  significado original de solidaridad ha pasado a un marginal segundo plano.

Dejo a mentes mejor formadas e informadas que la mía una reflexión más extensa y en profundidad sobre el concepto “solidaridad” pero rescato del análisis del maestro Gustavo Bueno la idea fundamental. Ser solidario implica necesariamente una relación dialéctica de varios grupos coaligados entre sí contra terceros.
Y que mejor ejemplo de una campaña solidaria que la que está aconteciendo actualmente. No, por supuesto que no me refiero a las campañas de la miríada de ONGs que pretenden atenuar los desastres perpetrados por los gobiernos, tanto nacionales como extranjeros, por todo el mundo. Mucho menos me refiero a la última extravagancia promovida por una de esas ONGs autodenominada “Solidaridad Internacional” que mezcla la “cocina de autor” con la tragedia de Haití, cuya población sigue siendo diezmada por la epidemia de cólera importada por las, siempre bienintencionadas, tropas de la ONU.

Convoy solidario en ayuda del necesitado emir de Bahréin

Por supuesto, como sabrán aquéllos que hayan podido abstraerse del “tsunami antinuclear” que ahora vivimos, me refiero a la iniciativa de las monarquías absolutas del Golfo Pérsico para acudir solidariamente en ayuda de uno de sus pares, el emir de Bahréin , acosado por la revuelta de los oprimidos chiíes, mayoría absoluta en su reino, y que amenazan con privarle de lo que es suyo por designio de Alá.
La dialéctica entre las dos sectas fundamentales del islamismo tiene actualmente en Bahréin su principal campo de batalla. Tablero idóneo donde las dos potencias más preeminentes de la región, Arabia Saudita e Irán, medirán sus fuerzas en un nuevo pulso por la supremacía, geopolítica y teológica. Alá sólo puede bendecir a uno de los credos.

Sin embargo, no hace falta ser un analista profesional con años de experiencia para adivinar con quién se alinean nuestros dirigentes, presuntos defensores del “mundo libre”. Y lo peor del caso es que aquí no hay “mal menor”.

martes, 8 de marzo de 2011

De socialdemocracia a socialfascismo

Ya lo decía Rosa Luxemburgo: “Desde el 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana es un cadáver putrefacto”. Sin embargo, ello no fue óbice para que el gobierno de la naciente República de Weimar, en manos del SPD, aplastase la rebelión “espartaquista” y ordenase la eliminación de sus líderes, incluida la propia Rosa Luxemburgo. Ante esta reacción, no es de extrañar que desde las terminales propagandísticas de la Unión Soviética se comenzase a tildar a los socialdemócratas como ”socialfascistas”.


En aquel convulso período de entreguerras, en vez de la “gran recesión” actual, sufrían la que se dio en llamar “gran depresión”. La desafección ciudadana hacia la clase política y el parlamentarismo liberal, en medio de una debacle económica hasta ahora no igualada, propiciaron el ascenso de grupúsculos que con su demagogia anticapitalista, sus promesas de “justicia social” y arropados en la respectiva bandera nacional, lograron ganarse el apoyo de las capas populares empobrecidas y descreídas.


A grandes rasgos, y en forma de limitada síntesis, podríamos afirmar que los corporativismos o fascismos de entreguerras constituyeron una auténtica “tercera vía”. Ni comunismo ni capitalismo.

Y décadas después, desde la desahogada posición de quien esto escribe, asistimos a como una sociedad cada vez más distanciada de la “casta política” y que está empezando a asumir los costes de la presente “gran recesión” podría empezar a ver con buenos ojos a aquellos grupúsculos de demagogos populistas que les ofrecen soluciones simples, aparentemente justas pero rotundamente equivocadas.

En Francia ya parece haber comenzado la involución. La heredera de Le Pen, su hija como no podía ser de otra manera, ha sido señalada por una reciente encuesta de Le Parisien como primera opción para ocupar la presidencia de la República Francesa. Conviene destacar, como Gabriel Albiac recordaba el otro día en su columna del ABC, que esto no hubiera sido posible sin la modificación de la ley electoral perpetrada Mitterrand, al que los socialistas franceses se encomiendan todavía como si de un “santo laico” se tratara. Ahora, con la socialdemocracia nuevamente en proceso de putrefacción en toda Europa, el fantasma del “socialfascismo” parece reaparecer. Sin embargo, las raíces nunca fueron extirpadas del todo y es lógico preocuparse por si germinan esos brotes.

Finalizo con una reflexión a la que cada cual debería responder. Me pregunto cuántas simpatías concitaría hoy un programa político en el que se propugnase la abolición de los ingresos del capital, la nacionalización de los conglomerados industriales, la obligación de los intermediarios comerciales a compartir con el pueblo buena parte de sus ganancias, una reforma agraria en beneficio de la nación, que se persiga y dé caza a usureros y especuladores, que se confisque toda propiedad inmobiliaria adquirida con fines especulativos, la defensa a ultranza de la educación tutelada por el Estado, la puesta en marcha de un sistema integral de asistencia a la tercera edad, la promoción del deporte entre los jóvenes como forma de mejorar la salud de la población… Lo cierto es que éstas y otras propuestas, hasta un total de 25 puntos, constituyeron el reclamo electoral que llevó al Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán al poder. Sólo una cosa más, ¿adivinan quién puso en marcha la primera campaña contra los fumadores?

Llegados a este punto, tranquiliza saber que, si la historia se repite siguiendo lo dicho por Marx, los hechos pasados constituyeron la tragedia por lo que sólo resta la farsa.

domingo, 6 de marzo de 2011

El gobierno que nos merecemos





Como hasta 2050 quedan todavía algunos años, es muy pronto para poder verificar las predicciones del diputado y responsable de “Ideas” del PSOE, Jesús Caldera, que aseguraba hace unos días que nos dirigimos de forma irrefrenable al “pleno empleo”. Hasta que alcancemos esa anhelada situación de máximo aprovechamiento de los recursos humanos de la sociedad española, tendremos que seguir soportando a los “antipatriotas” de siempre que se empeñan en centrarse en la realidad, dejando de lado los impertinentes “reajustes estadísticos” con los que este gobierno, como cualquier otro, procura mantener engañados a sus ciudadanos.

¿Quién sabe? A lo mejor alcanzamos el pleno empleo antes de poder afirmar que tenemos un gobierno que nos merezcamos. Ya saben, un gobierno que no nos mienta, o al menos, procure no tomarnos por tontos.