Frases que inspiran

"Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez"

Principio de Hanlon


martes, 27 de marzo de 2012

NO iré a la huelga

De cara a la venidera, y esperemos que pasajera, “huelga general” del próximo 29 de marzo, bien podríamos plantearnos una breve reflexión, suscitada a colación del instructivo coloquio que expongo a continuación.





Vaya por delante que yo, particularmente, no haré huelga. Al contrario que los “profesionales de la huelga”, que pueden mantener su salario y salir a la calle a manifestarse, en mi caso, no me da la gana renunciar al jornal para mayor gloria de unos sindicatos como UGT y CCOO.

No me detendré en  argumentar mi decisión, iré a trabajar y punto. No doy a esta huelga la relevancia que le dan algunos. Dudo que tenga mayor repercusión que la que las autoridades públicas quieran concederle. De momento, el gobierno central se siente agradecido. Nada me lleva a descartar que en breve y con mayor razón tras la inútil victoria “popular” en las elecciones andaluzas (con un fuerte alza del poder de los comunistas, por cierto) se amilanen y renuncien a parte de las reformas incluidas en la última iniciativa legislativa laboral.

Sinceramente, aventurado me parece afirmar que a causa de esta reforma aumentará el paro. Casi tanto como poner fecha al final de la presente crisis. Si bien las novedades que se incluyeron en el Real Decreto pueden resultar positivas en el actual contexto económico, para nada atajan la raíz del problema, la inestabilidad inherente a un sistema de dinero fiduciario enmarcado en un entorno internacional de tipos de cambio flexibles en el que se inserta un sistema financiero de reserva fraccionaria, circunstancialmente ilíquido y con grave riesgo de caer en la insolvencia.

Por otra parte, poco respeto me merecen los convocantes, herederos del sindicato vertical de la era del “nacional-sindicalismo”, que desempeñan unas funciones cuasi-soviéticas. Lógico es que como casta privilegiada que son, se nieguen en redondo a renunciar a sus prebendas. Entra dentro de lo comprensible. Otros mientras tanto, se aferran a la subvención y reclaman nuevos “donativos”. No obstante, que pretendan coaccionar a la ciudadanía e impedirles desarrollar en paz sus quehaceres diarios es del todo inadmisible. Y ello no puede ser justificado, ya sean los activistas del mundo de la “cultura” o la jerarquía eclesiástica los que apoyen su llamada a la huelga.

Puede que en la Unión Soviética no fueran necesarias las huelgas. También opino que huelgas del tipo que veremos y, en menor o mayor medida, sufriremos el próximo jueves tampoco tienen cabida en una economía capitalista. La huelga sólo tiene sentido si la llevan a cabo trabajadores que con su abstención de acudir al trabajo quieren recordar al patrón lo imprescindibles que son o lo difícil que sería sustituirles. Por consiguiente, sólo determinadas categorías laborales, por su grado de especialización, son capaces de ejercer suficiente presión para lograr que sus reclamaciones sean tenidas en cuenta. Una huelga no tiene razón de ser como parte de una estrategia de acción política. Es simplemente un acto de resistencia “pacífica” aunque no inocua con el que un determinado colectivo pretende mantener o mejorar su status. Visto así, muchos dirán que es algo inequívocamente egoísta. Si así lo piensan están en lo cierto aunque no por ello deben deducir que sea necesariamente malo.

En fin, mientras mentes infantiles siguen soñando con la “huelga general revolucionaria”, otros tantos, despiertos y “en paro” caerán en la cuenta de que, tras constatarse el fracaso sin paliativos del comunismo, seguirán necesitándose empresarios que ofrezcan trabajo a tanto votante izquierdista.