El más socorrido argumento que sale a colación siempre que se comete alguna acción moralmente cuestionable es intentar justificarla blandiendo ante cualquier crítica nuestras buenas y desinteresadas intenciones. El humanitarismo de nuestros gobernantes les impele a actuar en defensa de los débiles. Si atacan Libia, no es porque tengan oscuros y meditados planes, lo hacen para proteger a los indefensos libios, masacrados por un tirano, con el que, como es lógico, nuestros líderes han procurado guardar las distancias.
Que los déspotas que en el mundo habitan traten a sus súbditos como si fueran de su propiedad y no les tiemble el pulso a la hora de reprimirlos o incluso liquidarlos, entra dentro de lo normal. Ejemplos históricos y contemporáneos no nos faltan. Costa de Marfil, Yemen, Irán, Bahréin, Siria, Argelia, etc. ¿Qué tendrán los libios para ser distinguidos con una atención tan atronadora por parte de los países occidentales? Para muchos la respuesta es obvia, PETRÓLEO. Algunos ya han empezado a propagar rumores desvelando la pretensión de Gadafi de recuperar pleno control de las riquezas de su finca particular. La reacción occidental sería un lógico reflejo en defensa de nuestros intereses. ¿Será cierto eso? Al fin y al cabo, a quién iba a vender Gadafi su petróleo, ¿a Chad quizás? Cuando la maquinaria de extracción se averiase, ¿pediría el retorno de los técnicos europeos para que el “oro negro” volviese a fluir? Los países bendecidos con la ”maldición del petróleo” sufren una dramática dependencia hacia este sector y si el grifo se cierra, ellos sufren antes que nuestros coches.
Potencias como Francia se han mostrado particularmente activas en este conflicto. Fueron los primeros en apostar contra el “líder” libio (en alemán dirían “führer”). Se apresuraron en ofrecer apoyo e incluso les han reconocido como interlocutor legítimo. Llegados a este punto, es normal que todo se precipitara y cuando las tropas leales a Gadafi comenzaron a retomar el control tuvieran que responder personalmente al envite. Algunos ya se han colgado medallas publicitando su papel de mediador para precipitar la acción militar.
Por favor, no me tachen de desalmado, que no siente nada por los civiles vilmente masacrados por Gadafi. Sin duda hay víctimas (asesinadas por por ambos bandos) pero yo no tengo constancia de esas matanzas. Ni videos, ni fotos, sólo testimonios que bien pudieran ser propaganda de guerra. De todas maneras, no creo que sea nada malo coincidir en esto con Admadineyad, esta intervención militar traerá más problemas de los que pretende resolver.
Sin embargo, ya se evidencian los primeros titubeos, afectando nada más y nada menos que al principal ejercito en contienda. Y no han sido los concisos análisis ni los prudentes consejos los que están haciendo recular a la maquinaria bélica americana. Ni siquiera es debido al hecho palmario de que esta guerra también es inconstitucional. Ha sido la fría e implacable contabilidad fiscal la que ha llevado a los EE.UU. a rehuir de un nuevo frente y ceder protagonismo a un ”bonapartista” Sarkozy, dispuesto a apuntarse a un bombardeo (literalmente) con tal de recuperar el protagonismo perdido.
Esto no ha hecho más que empezar. Algunos analistas ya estiman que los “buenos” se conformarían con echar a Gadafi de la Cirenaica (donde está el petróleo) y dejar al sátrapa libio con la arena del desierto de la Tripolitania y sus ”ahorros”.
Lejos quedan los días (han pasado pocos meses pero ya efectivamente están lejos) cuando Gadafí, al igual que Mubarak o Ben Alí, era cliente, amigo y benefactor . Ahora es el pelele perfecto para desviar la atención de la opinión pública de los asuntos más acuciantes de la política doméstica.
Oración comunitaria en Bengasi ¿Son estos los que instaurarán una
república democrática y laica?
Mientras los creadores de opinión occidentales se esfuerzan por convencernos de las bondades de la guerra, arrecia la contrapropaganda (por cierto, webislam es financiada por el gobierno de España). Izquierdistas de estricta observancia se suman, despotricando contra todo el orbe , catalogando a Zapatero de “criminal de guerra” o aclamando la mera posibilidad de que, siguiendo la doctrina militar de defensa de los oprimidos, se pudiera castigar a Israel . Por otra parte, ingenuos idealistas sueñan con el florecimiento de la democracia en el mundo islámico amparándose en encuestas de opinión y en las promesas de los sediciosos libios de instaurar una democracia laica.
sandeses
ResponderEliminarLe reitero la respuesta expuesta junto a su anterior comentario y le doy las gracias por participar en este debate de ideas. No me cabe la menor duda de que en sus intervenciones ha empleado todos sus recursos dialécticos y argumentativos.
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