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"Nunca atribuyas a la maldad lo que puede ser explicado por la estupidez"

Principio de Hanlon


martes, 8 de marzo de 2011

De socialdemocracia a socialfascismo

Ya lo decía Rosa Luxemburgo: “Desde el 4 de agosto de 1914, la socialdemocracia alemana es un cadáver putrefacto”. Sin embargo, ello no fue óbice para que el gobierno de la naciente República de Weimar, en manos del SPD, aplastase la rebelión “espartaquista” y ordenase la eliminación de sus líderes, incluida la propia Rosa Luxemburgo. Ante esta reacción, no es de extrañar que desde las terminales propagandísticas de la Unión Soviética se comenzase a tildar a los socialdemócratas como ”socialfascistas”.


En aquel convulso período de entreguerras, en vez de la “gran recesión” actual, sufrían la que se dio en llamar “gran depresión”. La desafección ciudadana hacia la clase política y el parlamentarismo liberal, en medio de una debacle económica hasta ahora no igualada, propiciaron el ascenso de grupúsculos que con su demagogia anticapitalista, sus promesas de “justicia social” y arropados en la respectiva bandera nacional, lograron ganarse el apoyo de las capas populares empobrecidas y descreídas.


A grandes rasgos, y en forma de limitada síntesis, podríamos afirmar que los corporativismos o fascismos de entreguerras constituyeron una auténtica “tercera vía”. Ni comunismo ni capitalismo.

Y décadas después, desde la desahogada posición de quien esto escribe, asistimos a como una sociedad cada vez más distanciada de la “casta política” y que está empezando a asumir los costes de la presente “gran recesión” podría empezar a ver con buenos ojos a aquellos grupúsculos de demagogos populistas que les ofrecen soluciones simples, aparentemente justas pero rotundamente equivocadas.

En Francia ya parece haber comenzado la involución. La heredera de Le Pen, su hija como no podía ser de otra manera, ha sido señalada por una reciente encuesta de Le Parisien como primera opción para ocupar la presidencia de la República Francesa. Conviene destacar, como Gabriel Albiac recordaba el otro día en su columna del ABC, que esto no hubiera sido posible sin la modificación de la ley electoral perpetrada Mitterrand, al que los socialistas franceses se encomiendan todavía como si de un “santo laico” se tratara. Ahora, con la socialdemocracia nuevamente en proceso de putrefacción en toda Europa, el fantasma del “socialfascismo” parece reaparecer. Sin embargo, las raíces nunca fueron extirpadas del todo y es lógico preocuparse por si germinan esos brotes.

Finalizo con una reflexión a la que cada cual debería responder. Me pregunto cuántas simpatías concitaría hoy un programa político en el que se propugnase la abolición de los ingresos del capital, la nacionalización de los conglomerados industriales, la obligación de los intermediarios comerciales a compartir con el pueblo buena parte de sus ganancias, una reforma agraria en beneficio de la nación, que se persiga y dé caza a usureros y especuladores, que se confisque toda propiedad inmobiliaria adquirida con fines especulativos, la defensa a ultranza de la educación tutelada por el Estado, la puesta en marcha de un sistema integral de asistencia a la tercera edad, la promoción del deporte entre los jóvenes como forma de mejorar la salud de la población… Lo cierto es que éstas y otras propuestas, hasta un total de 25 puntos, constituyeron el reclamo electoral que llevó al Partido Nacional-Socialista Obrero Alemán al poder. Sólo una cosa más, ¿adivinan quién puso en marcha la primera campaña contra los fumadores?

Llegados a este punto, tranquiliza saber que, si la historia se repite siguiendo lo dicho por Marx, los hechos pasados constituyeron la tragedia por lo que sólo resta la farsa.

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