Conceder esta distinción a la nueva Libia contó con el respaldo de la abrumadora mayoría, siendo cuestionada tan solo por un puñado de países entre los que se encuentran los regidos por los agraciados, en su momento, con el Premio Gadafi de los Derechos Humanos, esto es, Cuba, Bolivia o la Venezuela de Hugo Rafael Chávez Frías, al que, por otra parte, deseamos una pronta recuperación.
Y es que, después de tanta palabrería ñoña sobre el avance de la “democracia” en el mundo islámico, empieza a vislumbrarse que el futuro no es tan halagüeño como algunos pronosticaban. Definitivamente, la “primavera árabe” ha dado paso al otoño. Como algunos ya intuíamos en su momento, la “Palabra de Dios” sustituirá al libro verde. A lo mejor estoy equivocado y, finalmente, todo redunda en un futuro de paz, libertad y prosperidad para el pueblo libio pero, lo que ya sabíamos sobre los que ahora ostentan el poder, sigue sin presagiar nada bueno. Esperemos, eso sí, que quienes pretender ver siempre, tras toda conmoción internacional, las siniestras manos de los servicios de espionaje dirigiendo la operación yerren en su análisis y podamos disipar los negros nubarrones que amenazan, para variar, la estabilidad de Oriente Medio.
En fin, podemos sentirnos orgullosos por nuestra contribución en esta estratagema de inciertas consecuencias. Sólo esperemos ningún acuerdo secreto nos impida participar en el reparto del botín. Aunque lo que ya es seguro es que nos perdimos el baño de multitudes.
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